Croquis de viaje
Publicado: 15 de junio , 2011Muestra con la curaduría de María E. Yuguero
17 JUN 2011 | 19:00hs. | Sala Carlos Federico Saez (PB del MTOP)
El Ministerio de Transporte y Obras Públicas invita a la inauguración de la muestra: CROQUIS DE VIAJE con curaduría de María E. Yuguero.
Se desarrollará el próximo viernes 17 de Junio de 2011 en la Sala Carlos Federico Saez (PB del MTOP), a partir de las 19 hs. La muestra permanecerá abierta al público hasta el 29 de Julio, de lunes a viernes, de 09.30 a 18.30 hs. Entrada libre y gratuita.
Arquitectos expositores:
Julio Vilamajó, Román Fresnedo Siri, Rafael Lorente Escudero, Héctor Vigliecca, Enrique Benech, Rafael Lorente Mourelle, Hugo Gilmet, Arturo Villaamil, Álvaro Bonfiglio, Franco Beltrame, Bernardo Cardarelli.
Actividad vinculada a principios pragmáticos o simplemente sensibles, el relevamiento gráfico total o parcial de un edificio, una urbanización, un paisaje o cualquier espacio público como apunte rápido que voluntaria o involuntariamente adquiere visos artísticos es una de las versiones más frescas y reveladoras del dibujo, práctica por otra parte en vías de desaparición en aras de las prácticas digitales. Caso especial como forma expresiva, el boceto se adscribe excepcionalmente al plano sensible si bien opinado por su objetivo funcional. El croquis arquitectónico, arraigado en la realidad puede sin embargo referir a un proyecto o una especulación fantástica, ajenos a su factibilidad: el tratamiento y el modelado de los volúmenes fingen su aproximación a la realidad. Fruto de fértil imaginación, las monumentales “Cárceles de invención” de Piranesi durante el s. XVIII, los proyectos de D´Elía y Boullée perduraron en el terreno de los sueños grandilocuentes, en tanto el libro de ilustraciones arquitectónicas de Hugh Ferriss “La Metrópolis del Mañana” fue el disparador para la ideación de la “Ciudad Gótica”, marco de acción de un famoso tebeo.
El comportamiento de las arquitecturas modelo de croquis es de silenciosa manifestación de voluntad desde su ser objeto de observación del potencial dibujante: percepción frontal para los estilos clásicos y desplazamiento para la observación desde varios puntos de vista para los asimétricos barrocos o posmodernos. Modificando la imagen de esas masas, la luz incide en la generación de emociones, creando efectos de ilusión: “La luz debe en primer lugar poner a la masa en movimiento, llevarla a una expresión trascendental de excitación dinámica y rítmica” dice Erich Mendelsohn. En suma, como lenguaje visual per se, la arquitectura utiliza pautas de cuño plástico: estructura, orden, ritmos, color, volumen, línea, etc., articulación de perfiles, curvas, contundencias ortogonales o ligeras organicidades consolidando tipologías luego captadas por el ojo afinado y la mano hábil del dibujante.
El uso de la cámara fotográfica como frecuente forma de registro popular a partir de los años 50´, liberó a la capacidad personal la transcripción dibujística de un edificio y de su inserción en el espacio mediante el croquis recordatorio de una emotiva inmediatez tamizada por el enfoque creativo de su autor. Un ritmo de realización revelador de mirada diestra en la lectura global, percepción de las masas formales y capacidad de síntesis. Si bien la belleza intrínseca del edificio es un buen punto de partida por su atractivo, no es a la postre factor decisivo en su representación, dados sus valores plásticos emancipados de los icónicos.
Según Rudolph Arnheim, las formas producen un efecto relacionado con su capacidad de expresión sobre la psicología del observador. Fascinados por la forma, famosos arquitectos de diversas épocas han legado incontables croquis, dibujos, perspectivas, isometrías y cortes oscilantes entre la estricta proyección y la imagen artística. Relevantes figuras de la arquitectura uruguaya han cultivado el sutil placer de plasmar gráficamente emociones y sensaciones provocadas por la contemplación de una edificación, volcando en contrapartida una expresión estética. Se trata de imágenes afectivas vinculadas a la realidad, si bien ha sido asimismo práctica de estos Maestros la especulación formal como ejercicio imaginario de concepción de edificios o urbanizaciones, ampliando al terreno del fantaseo su don creativo natural.
Las monumentales concepciones de Román Fresnedo Siri sensiblemente imaginadas en un tiempo removedor preñado de futuro, armónicas y elegantes al tiempo que integradoras de elementos plásticos ornamentales, y atenidas a premisas fuertemente arraigadas en una estética contemporánea; los exquisitos apuntes intimistas de Rafael Lorente Escudero, de manifiesta seducción por los paisajes donde armonizan edificios y contexto, en general de pequeñas dimensiones y rápido coloreado – como signo inequívoco del dibujante siempre dispuesto a registrar lo bello; los estructurados, racionales, pero expresivos apuntes de Julio Vilamajó – Maestro de égida internacional en los planos teórico y práctico – proyectando obras con sentido intuitivo de afinidad con el entorno o describiendo con espíritu progresista detalles mecánicos de maquinarias modernas, como testimonio de sus premisas arquitectónicas de funcionalidad y rápida aceptación de los avances tecnológicos, son en cualquier caso testimonio de instancias de reflexión o de solaz, reformuladas en códigos icónicos.
Enrique Benech define con ojo certero y fina pluma el planteo de delicadas aguadas o eventuales masas planas de color, estructuras esenciales de paisajes captados en tránsito por el mundo, no siendo extraño en sus propuestas el planteo simultáneo de trazado de planta y descripción somera de imagen exterior. El trazo diestro en el manejo del carboncillo capaz de finas reducciones de un paisaje a escasas y suficientes líneas de Hugo Gilmet, la utilización del trazo corto como definitorio de formas y generador de valores es en el caso de Lorente Mourelle un recurso enfático, demarcador de violentos contrastes y drásticos volúmenes que se disuelven en suaves zonas de transición en las aguadas; el color local captado por Héctor Vigliecca; la leve definición de contornos geometrizados en tintas y aguadas monocromas de Arturo Villamil son otros tantos dones personales de estos artistas provenientes de una época en que el croquis era una práctica menos excepcional.
Inscripto en una generación más joven, Franco Beltrame elige concentrar su atención sobre obras nacionales emblemáticas, con mayor tendencia hacia el uso de la perspectiva en enfática profundidad, valorizando ángulos poco usuales de percepción de los espacios, a manera de llamados de atención sobre lo atípico. Existe en Álvaro Bonfiglio una suerte de consustanciación entre el acto creativo del autor de la obra edilicia y el acto creativo de quien plasma en imagen una esencia insustancial. En ocasiones el entorno gana espacio hasta igualar a la representación de la obra, situaciones en que el observador se introduce fácilmente en la imagen y sueña distancias y emociones. Bernardo Cardarelli plantea visiones distantes en que los edificios monopolizan la atención, careciendo de contexto. Sus perspectivas originadas en puntos nunca situados a nivel de la obra, se multiplican en detalles y observaciones, para resolverse en gamas de grises y el aditamento de grafismos que hacen a su obra gráfica como artista plástico.
Según Álvaro Bonfiglio: “… se genera una relación casi metafísica entre el dibujante, el lugar, y el autor”. Sin duda ciertos lugares ejercen fascinación sobre el contemplador, quien intenta en primera instancia conservar la imagen percibida, penetrando en el plano esencial del objeto, develando su naturaleza y alcanzando un estado casi místico de comunicación. Larga tradición de paisajistas ávidos de captar esa magia emanada del entorno da testimonio de este vínculo con la naturaleza, cuya imagen resultante transmitirá su propio mensaje al contemplador. Al respecto quizá la mirada de un arquitecto marque una diferencia con la de un lego dado su conocimiento pragmático de la construcción, la articulación de formas, la luz, los espacios y los volúmenes, pero al fin el croquis denota cualidades plásticas no necesariamente vinculadas a una profesión, sino a la sensibilidad del dibujante. En el margen opuesto, para el contemplador será una buena forma de ver o revisitar lugares a través de otras miradas cuya especial impronta lo acercará a la experiencia trascendente del arte.
MARÍA E. YUGUERO
muy bueno